La era de hiperconectividad exige un pensamiento integrado y sistémico para aprovechar la conexión entre las tecnologías digitales, los servicios públicos y las actividades económicas, mientras se avanza hacia modelos de gobernanza descentralizados.
En ese sentido, desde la Unión Internacional de Telecomunicaciones, identifican cinco regulaciones que impactarán a la industria y a las personas.
Lo local versus lo global. Los gobiernos necesitan instrumentos legales sólidos, tanto nacionales como internacionales, para navegar la transformación digital. Un marco global puede ser la única forma de abordar problemas como los mercados bilaterales, las plataformas digitales globales, las monedas digitales, la privacidad, la ética, la transparencia y los impuestos. Los nuevos tratados internacionales y regionales deberán establecer límites, reformular las reglas y adaptarlas a los mercados digitales.
Ciberseguridad. Los mandatos de los reguladores de telecomunicaciones/TIC difieren y no existe una solución única para todos. Eso sí, es importante destacar que las iniciativas que garantizan la gobernanza de la ciberseguridad por parte de los operadores, fomentan las mejores prácticas, diagnostican incidentes, promueven la concientización, comparten información y protegen la infraestructura crítica.
Residuos electrónicos. Son insuficientes los países que tienen una política, legislación o regulación que gestione los desechos electrónicos. Es imperativo un marco nacional sólido donde la regulación de las TIC se encuentre con la gestión ambiental para establecer las obligaciones legales que ayudarán a impulsar la recolección y el reciclaje de desechos electrónicos, responsabilizando a quienes corresponda por el impacto de sus negocios.
Sostenibilidad y crecimiento económico. El enfoque tradicional del PIB se desvanecerá, dando paso al crecimiento de la sostenibilidad y la eficiencia energética en importancia, subrayado por la creciente adopción de medidas ESG (conjunto de criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo) y las iniciativas de RSC (responsabilidad social corporativa) del sector privado. Cambiar a un enfoque más amplio será lento, lo que exacerbará las divisiones y no logrará remodelar las políticas a corto plazo en los países en desarrollo y menos adelantados.
La inteligencia artificial. Las aplicaciones populares de IA incluyen sistemas de reconocimiento facial, redes neuronales, identificación de objetos o fotografías, software de traducción y búsqueda, y chatbots de texto. Los reguladores deben monitorear y considerar las implicaciones, presentes y futuras, de esta área de rápido movimiento.
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